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Sobre imbéciles y el Derecho de Admisión

Algo ha pasado en Garrucha. Unos clientes de Vallecas, unos tanques de cerveza, un plato de gambas a 20€…

Y después de leer varios artículos publicados sobre el tema, el cuerpo me ha pedido un Juan y Andrea. (¿Remember lo que hice el último verano? Un notas subió un ticket de su comida en uno de los chiringuitos más deseados del mundo, en plan “vaya robo”. Y salí hasta en las noticias de la tele defendiendo al restaurador).

Vamos allà. Que ocho salvajes de Vallecas se vayan de vacaciones a Garrucha y la líen parda acabando a botellazos con el dueño del bar da para pensar.

El (mal) comportamiento de ciertos clientes en restaurantes es (en muchas ocasiones) inadmisible. Pero de practicar el “tse tse, camarero” del postureo veraniego delante de amigos y familia y ningunear un poquito al camarero a montar un espectáculo por el precio final de unos productos consumidos cuyo importe figura en la carta, con violencia verbal y física, hay una línea de un rojo vivo de parrilla ardiente.

Un restaurante no es un espacio público ni mucho menos un lugar donde, por el sencillo hecho de que uno paga, puede permitirse hacer lo que le de la real gana.

Es un negociodonde se sirve comida y bebida y se genera una experiencia global para el cliente, y en la mayoría de los casos hay un equipo de profesionales que trabajan con respeto y dedicación a los que se sientan a sus mesas. Un respeto que no siempre es recíproco, y lo vemos a diario en casos como el Garrucha-Gate, los malévolos comentarios en redes sociales o en el temido Tripadvisor. Y si hilamos fino, en los no-shows de reservas de mesas grandes sin aviso.Los más deleznables son aquellos que incluyen violencia verbal o física en el menú.

El Derecho de Admisión (Derecho de Expulsión, en este caso) es una herramienta buenísima que (casi) ningún restaurador practica (salvo en algunos clubs elitistas, para cuidar las sensibilidades de la exclusiva manada), y que es difícil de aplicar ya que en la mayoría de los casos, la entrada a un bar o restaurante no está protegida por un acceso controlado, y tampoco se cuenta con personal de seguridad para hacer frente a estos desagradables incidentes.

Al igual que el pasado año recomendé la práctica del postureo low-cost con un bocata de jamón en tu selfie en la playa de Formentera, este año permitirme recomendar a todos los que no saben comportarse respetuosamente cuando salen de casa, quedarse por su barrio, hacerse unos botellones en el parque y luego, reciclar las Xibecas del super en el contenedor verde.

Cualquier cosa menos andar montando pollos al restaurador que pone las sillas, las mesas, el personal, las gambas y todo lo que conlleva su negocio para que tu y tus amigotes disfrutéis de una noche de verano.

(Este post está basado en las informaciones publicadas por medios online y en mi opinión personal). 

Links a los posts mencionados de Juan y Andrea https://www.evaballarin.com/precios-verano-chiringuito-juanyandrea-formentera-2015/ y https://www.evaballarin.com/restaurante-juan-y-andrea-en-formentera-punto-final/ 

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