Me pilló saliendo de una reunión, con un tiempo lluvioso y sin paragüas. A la vuelta de la esquina, la Bodega Sepúlveda. No pude resistirme, a pesar de no tener mucho tiempo, a sentarme a la mesa en una de las casas más reputadas de Barcelona, un templo de la cocina tradicional y más popular.
Abstenerse estómagos flojos y buscadores de pinceladas en lienzos.
No dejo de repetirme que tengo que volver.



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