Turismo y hostelería abren informativos, y, desafortunadamente, con malas noticias. El cese de actividad –o de parte de ella– y un cambio forzado en los hábitos de consumo dentro y fuera de casa ha ocasionado el trasvase de recursos hacia otros modelos con “delivery” y “take away” como ganadores.
El sector tiembla económicamente. Aquellos altamente dependientes de la llegada de visitantes, a duras penas podrán sobrevivir a otra temporada sin ellos. El teletrabajo, además, amenaza al restaurante de menú del día y al bar de desayunos. El retail mordisquea la cuota de estómago, mientras una nueva generación de centros de producción de comida (las “dark kitchens” o cocinas fantasma), marcas virtuales y “riders” con mochilas gigantes van colonizando los espacios urbanos a golpe de clic en las aplicaciones de los agregadores.
Esta crisis sanitaria-económica-social se llevará por delante ese modelo muy nuestro de bares y restaurantes “familiares”. Sin capital financiero detrás, esos puntos de nuestra geografía social acabarán en la papelera de la historia perdiéndose parte del ADN de la restauración más diferencial de nuestro país.
