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Dos vueltas de desventaja, skills para ganar velocidad y la ambición como driver hacia el liderazgo compartido

En turismo, hombres y mujeres no estamos todavía en el mismo equipo. Lo estaremos cuando las mujeres reduzcamos a cero las dos vueltas de desventaja que llevamos y estemos todos, en igualdad de condiciones, en la misma línea de salida.

Eva Ballarin – I Foro AEDH Venus

El primer hotel de Tossa de Mar, el pionero de la Costa Brava, lo abrió una mujer. Nancy Johnstone era una escritora inglesa que en 1934 se mudó a Tossa de Mar desde Reino Unido para abrir el primer hotel de uno de nuestros destinos más emblemáticos. Casa Johnstone abrió sus puertas en 1935 y protagonizó dos de los libros de Nancy: Hotel in Spain (1937) y Hotel in Flight (1939), publicados por Faber. Además de una enamorada de Tossa, Nancy es referente del emprendimiento turístico femenino en su mayor representación. Te recomiendo leer sobre su historia y la del hotel, porque es muy interesante.

Casa Johnstone en 2014. Fotografía tomada de aquí

Ella fue pionera en el hoy reconocidísimo destino de la Costa Brava, pero no la única. Años después, el destino ganaría relevancia gracias a otra mujer muy inspiradora y, en este caso, ajena al sector. Hablo de la actriz Ava Gardner, quien en 1951 rodó en Tossa de Mar la película Pandora y el holandés errante. Su interpretación y la película en sí pusieron a la Costa Brava con nombre y apellidos en el panorama turístico internacional.

Dos mujeres: Nancy y Ava. Cada una de ellas con un approach al destino diferente, cada una con un liderazgo diferente, cada una con un estilo diferente. Pero ambas, parte de lo que hoy es la historia del turismo en España.

Así empecé mi conferencia el pasado 18 de mayo en el I Foro AEDH Venus, celebrado en Lloret de Mar (puedes verla aquí). Y lo hice por varios motivos, entre ellos la necesidad de visibilizar a los referentes femeninos que llevan décadas haciendo de España como destino turístico global y de su catálogo de destinos lo que hoy son en el panorama internacional.

Si como país destino hemos conseguido liderar durante tres años consecutivos el índice mundial de competitividad turística; si somos la élite del turismo y eso significa que los profesionales que formamos parte del sector somos también la élite mundial… Las profesionales (con ‘a’, en femenino) también somos parte de esa élite turística. También nosotras somos referentes. También nuestro trabajo, talento, visión, empuje e ideas han llevado a nuestro país a estar donde está turísticamente hablando.

Sin embargo… sigue siendo necesario recordarlo. Porque en el sector, los hombres nos siguen llevando dos vueltas de ventaja en cuanto a dónde estamos posicionadas si hablamos de liderazgo, toma de decisiones y puestos de responsabilidad.

Soy consciente de que escuchar esto no gusta. De que escuece, probablemente a todos. Pero la realidad es como es, y negarla no es positivo, ni constructivo, ni útil para nadie. No ayuda a conseguir ningún objetivo. Por eso, en este artículo comparto contigo mi visión del liderazgo femenino en turismo, analizo dónde está, cuánto nos falta para llegar donde queremos y qué podemos hacer – entre todos, también (sobre todo) nosotras – para pasar de un liderazgo tradicional (y tradicionalmente masculino) al necesario liderazgo compartido. Y todo esto, sin pedir permiso.

Plano de situación: dos vueltas de desventaja

Vivimos en un mundo competitivo. No descubro nada a nadie con esta afirmación. El mundo profesional es como una carrera de fórmula 1. Está Verstappen y está Hamilton y, con buenas o malas artes, los dos intentan llegar los primeros. Y cada uno de ellos forma parte de una escudería, con su equipo y sus mecánicos, esos profesionales que son capaces de cambiar los neumáticos de su monoplaza en milésimas de segundo y de resolver problemas en el menor tiempo posible.

Cada uno de ellos sale desde la parrilla de salida – ojo, no desde la misma línea, como sí ocurre por ejemplo en motociclismo: si te fijas en las parrillas de salida de la F1, las posiciones están siempre un poco retrasadas con respecto a la inmediatamente por delante – con el objetivo de dar al circuito el número de vueltas determinado en el menor tiempo posible y con la menor cantidad de errores, para ganar la carrera.

En este circuito profesional que es el turismo, los hombres nos llevan a las mujeres un par de vueltas de ventaja. Partimos, de base, con un handicap (cruzo aquí un término del golf que todos entendemos, me parece muy ilustrativo) o, si lo prefieres, salimos desde boxes, como ocurre alguna vez con algunos pilotos, por circunstancias de carrera.

¿Por qué tenemos las mujeres en turismo ese par de vueltas de desventaja con respecto a los hombres? Por una cuestión histórica y de tiempo, fraguada a lo largo de las décadas por el sistema que todos conocemos y en el que vivimos. Es el plano de situación, la realidad con la que tenemos que jugar. Así que, juguemos.

Objetivo: neutralizar las dos vueltas de ventaja

Para estar de verdad en el mismo equipo, primero necesitamos igualdad de condiciones. Estar todos en la misma línea de salida. Y para conseguirlo es imprescindible neutralizar esas dos vueltas de ventaja.

A veces, en F1, la desventaja la reduce el Safety Car. Sale a la pista, se pone delante, obliga a todos a echar el freno y reagrupa la carrera. Sin embargo, esto es la vida real. Y en la vida real, no podemos pedir a los hombres que frenen. Que nos esperen. Que no lideren. Así que, lo que propongo es que seamos nosotras quienes corramos más.

Y, para eso, necesitamos el coche más rápido, buenos mecánicos, el mejor combustible. Y sobre todo, necesitamos al volante a profesionales competentes que nos puedan llevar lo más rápido posible a neutralizar las dos vueltas que nos faltan para jugar, entonces sí, en el mismo equipo.

Mi pregunta, llegados a este punto, es: ¿Cómo vamos a afrontar esas dos vueltas? ¿Cómo vamos a ganar velocidad?

Habilidades para ganar velocidad

La primera de ellas es estar dispuestas a asumir riesgos. Igual que un piloto de F1 está dispuesto a maniobrar en una curva para adelantar – asumiendo el riesgo de salirse – y ganar posiciones, nosotras debemos estar dispuesta a asumir riesgos que nos permitan ganar velocidad.

Si no asumimos riesgos, no lo conseguiremos. Es importante que sepas esto. Que lo tengas presente en tus decisiones.

Si no pisamos el acelerador, no vamos a llegar. No nos esperarán. No tienen por qué hacerlo. Somos nosotras quienes tenemos que acelerar para neutralizar esas dos vueltas de las que te hablaba, llegar hasta la pole position y, desde una posición de igualdad real, practicar el liderazgo compartido que perseguimos.

Tenerife, abril 2022 / Fotografía by e.

Otra de las habilidades que nos hace ganar velocidad a las mujeres es modular la ambición. Debemos ser ambiciosas. La ambición es buena. Hace que te superes. Que perseveres porque quieres conseguir algo. Es la gasolina que te pones a ti misma para lograr aquello que te propones. Nos han vendido, durante mucho tiempo, que la ambición no es positiva. No es así: sin ambición no hay liderazgo. Y sin ambición no ganaremos la velocidad que necesitamos para neutralizar las dos vueltas de desventaja con la máxima rapidez.

Como mujeres con una carrera, una voz y una posición dentro del sector, debemos abanderar el mensaje de que la ambición es buena y contagiarla a las nuevas generaciones de mujeres que están ahora formándose y que deben llegar al sector con ganas de comerse el mundo. De decirle: yo sé, yo he aprendido, yo quiero liderar. Soy ambiciosa porque tengo derecho a serlo.

Dejemos de estigmatizar la ambición, especialmente la femenina. La ambición es buena: nos mueve.

Nos hace ganar velocidad modular la autoexigencia. ¿Cuántas de nosotras estamos contentas con el primer borrador? ¿Cuántas nos vamos a la cama cada día pensando en todas las cosas que podríamos haber hecho mejor? ¿Cuántas de nosotras nos autoexigimos hasta la extenuación? En esta autoexigencia sin medida perdemos velocidad. No se trata de hacer las cosas de forma poco profesional, sino de diferenciar entre profesionalidad y autoexigencia insana.

Porque no se trata de quién corre mejor: se trata de quién gana la carrera. O, en nuestro caso, de la diferencia entre seguir dos vueltas por detrás o estar en la misma línea de salida.

La trampa de la autoexigencia es que nos hace admirables para los demás. Admiran nuestro sacrificio. Bien pero… ¿Dónde nos lleva esto? ¿Te lo has preguntado alguna vez? ¿Dónde nos lleva ese sacrificio? Quizá deberíamos sustituir términos como sacrificio en nuestro vocabulario profesional, por otros como elección. Y en las decisiones de elección hay implícita una renuncia. Es lo que los economistas llaman coste de oportunidad. Sin embargo, elegir siempre es mejor que sacrificar.

No sacrificamos. No somos víctimas. Elegimos porque podemos elegir. Y en cada momento de nuestra vida tomamos diferentes elecciones que nos llevan a renuncias, de modo que podamos entender qué pesa más. A qué motiva mi ambición. Eso también es una forma de ganar velocidad.

Finalmente, ganamos velocidad cuando modulamos nuestro miedo al fracaso. Tenemos la errónea sensación de que si lo intentamos una vez y fallamos, ya lo tenemos todo perdido. Aprendamos de los compañeros, que lo intentan una y otra y otra vez hasta que lo consiguen. Creemos que solo tenemos una oportunidad. ¡Que solo hay una! Y que si perdemos esta oportunidad o lo hacemos mal, lo perdemos todo. Pues métete esto en la cabeza:

El mantra de que las mujeres tenemos solo una oportunidad ES MENTIRA. Es una creencia limitante que lastra nuestro desarrollo profesional. Nuestra carrera hacia el liderazgo compartido.

Hay tantas oportunidades como tú quieras darte. Tantas como tu ambición te permita. Tantas como te dé la gana. El éxito no es más que el aprendizaje de los fracasos. Es muy difícil que alguien triunfe en la primera intentona. Pero es que nosotras nos planteamos que esta es nuestra única opción. Si esa es tu idea, te recomiendo que la destierres desde ya. Triunfaremos a la primera, a la quinta o a la décima. Pero triunfaremos, porque nuestra ambición nos marcará el camino. Nuestro objetivo nos lleva al triunfo.

Un legado para igualarnos en la línea de salida

En nuestro papel de facilitadoras, las mujeres que vamos por delante en esta tarea de neutralizar las dos vueltas de desventaja tenemos con las nuevas generaciones de mujeres la responsabilidad de dejarles un legado. Ese legado es todo lo que hemos aprendido y que posibilita que a ellas les resulte más fácil llegar al liderazgo compartido.

Es nuestra responsabilidad que cuando ellas salgan en esa carrera no necesiten dar dos vueltas muy rápidas, sino que puedan liderar en igualdad de condiciones.


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