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Querida Greta: Carta a la Sostenibilidad como modo de vida

¿Te acuerdas de Greta? Nos puso a todos firmes con un discurso del que nos queda ese épico “¡Cómo os atreveis!”, con el que la adolescente nos recriminaba desde su púlpito de las Naciones Unidas en septiembre de 2019 eso de “habéis robado mis sueños y mi infancia con vuestras palabras vacías. Y sin embargo, soy una de las afortunadas. La gente está sufriendo. La gente se está muriendo. Ecosistemas enteros están colapsando. Estamos en el comienzo de una extinción masiva y de lo único que se puede hablar es de dinero y cuentos de hadas de crecimiento económico eterno”. Y finalizaba con su célebre “How dare you!”.

La activista sueca se dejó la mitad del discurso en casa, en el olvido o escondido bajo capas de prejuicios y sí, también bajo esa visión adolescente que todos hemos tenido del mundo, que creemos un error hasta nuestra llegada. Una visión iluminada, fresca y necesaria, motor de cambio desde que el mundo es mundo.

Pero…

En un lejano 1972, tres décadas antes de que tú (querida Greta) llegaras al mundo (2003), vimos nacer el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, PNUMA (en inglés, United Nations Environment Programme, UNEP), un organismo de la Organización de las Naciones Unidas que coordina sus actividades ambientales, ayudando a los países a desarrollar y aplicar políticas y prácticas ecológicamente racionales, fruto de la 1ª Conferencia de la ONU sobre el medioambiente humano.

En 1986, Carlo Petrini y un grupo de activistas fundaron uno de los movimientos más influyentes del planeta, el Slow Food, que después de más de tres décadas de historia – y lucha – representa un movimiento global que implica a miles de personas y proyectos en decenas de países de este querido planeta nuestro, y ha evolucionado para dar cabida a una aproximación global sobre la alimentación, que reconoce las fuertes relaciones existentes entre nuestros alimentos, nuestro planeta, las personas, la política y la cultura.

Con Carlo Petrini, en una de sus visitas a Barcelona (2016) / Fotografía by e.

Cruzada la frontera de un nuevo milenio, y con un brutal desarrollo tecnológico, hoy podemos instalarnos en nuestros smartphones aplicaciones para calcular nuestra huella de carbono diaria en base al consumo eléctrico, medio de transporte, alimentación o actividades de ocio; vivimos una nueva economía colaborativa que nos ha traído una nueva forma de entender algunas soluciones para compartir y optimizar recursos; e incluso hemos utilizado el ingenio para inventarnos sustitutos de la proteína animal que reduzcan la necesidad de una ganadería desbocada. Y, alineados en las calles y al alcance de (casi) todos, hemos colocado diferentes contenedores para hacer realidad todas las campañas de reciclado con las que nos sensibilizamos para ser más responsables con nuestro consumo.

Y tú ¿cómo ves el vaso?

Hoy, todos los países del mundo (o la mayoría de ellos), tienen políticas medioambientales, generan informes sobre sostenibilidad y han incorporado a sus agendas de forma prioritaria los 17 ODS, también conocidos como Objetivos de Desarrollo Sostenible, que adoptaron todos los estados miembros en 2015 como una llamada universal para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que todas las personas gocen de paz y prosperidad para 2030.

Un objetivo tremendamente ambicioso con el que, con mayor o menor éxito, con más o menos recursos, con máxima o mínima vocación, muchos estamos comprometidos.

Un objetivo tan ambicioso que, tal vez, no seamos capaces de cumplirlo, como indica el informe de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa, que advierte de que, si continúa el ritmo en el que se está avanzando, en 2030 sólo alcanzaremos 23 de las 169 metas que nos hemos propuesto.

Ver el vaso medio vacío, caer en la frustración de lo que queda por hacer y derrumbarse porque parece que ya todo está perdido es una actitud, como dicen los anglosajones, de “looser”. En cambio, reconocer el mérito de lo conseguido, disfrutar la alegría del éxito y comprometerse a seguir avanzando es, recurriendo de nuevo a la expresión anglosajona, de “winners”.

Beso Beach, playa Las Salinas (Ibiza, 2020) / Fotografía by e.

En el bando de los ganadores

El turismo, la hostelería y la restauración estamos en el bando de los ganadores. Cuando tú no eras ni un proyecto, (querida Greta), los hoteleros ya colgábamos en los baños cartelitos para reducir el lavado de las toallas y ahorrar consumo de agua, energía y productos de limpieza. O instalábamos sensores en las ventanas para que, cuando estuvieran abiertas, no funcionaran el aire acondicionado o la calefacción para ahorrar energía.

La sostenibilidad es una bandera bajo la que muchos destinos trabajan el compromiso con unas mejores prácticas, con remarcables esfuerzos, en los que hasta una ciudad tan compleja como Barcelona fue la primera en el mundo en obtener el certificado Biosphere Responsible Tourism. Y es maravilloso ver cómo las nuevas generaciones de hoteleros y restauradores incorporan al ADN de sus empresas el gen de la sostenibilidad.

Hotel Westin (Valencia, 2018) / Fotografía by e.

Greenwashing y maquillajes de marketing aparte, avanzamos. Queda mucho trabajo, lo sabemos. Hay que acelerar el cambio, somos conscientes. Tenemos que aplicarnos más, por supuesto. Malgastamos energía, desperdiciamos demasiada comida, no reutilizamos/reciclamos suficiente, nos falta consciencia global para entender la dimensión de la situación. Hay pequeñas acciones diarias en las que podemos contribuir de forma individual y grandes tácticas por las que apostar por parte de las empresas. Necesitamos mejores estrategias como sociedad, que nos permitan tener una mejor relación con los recursos que utilizamos. Debemos estar más atentos al impacto que, como humanos consumistas, infligimos a un ecosistema con una capacidad limitada de producción.

Y de esa consciencia (querida Greta), de este atrevimiento, nace tu discurso. Hoy, aquellos que “nos atrevemos” a desafiar tu felicidad, tenemos ya un camino recorrido, un testigo que entregar para que tu generación continúe trabajando en el difícil equilibrio entre un mundo de personas que necesita recursos que son finitos pero en el que estas mismas personas quieren comer de todo, todo el año, moverse libremente por la geografía planetaria y disfrutar de todas las comodidades que nos ofrece la llamada “vida moderna”.

Ibiza, verano 2021 / Fotografía by e.

Mantener las alertas y seguir trabajando

Es indispensable mantener esas alertas, alarmas que salten y nos permitan reaccionar. Es necesario seguir trabajando en objetivos comunes para un mundo mejor. Pero también es indispensable felicitarnos por todo aquello que nos hemos atrevido a mejorar. Y ser conscientes de que el cambio, la transformación de este maravilloso mundo en un lugar ideal, es un camino que recorremos todos juntos y cuyo destino seguirá moviéndose hacia adelante, obligándonos a seguir caminando mientras nos analizamos y trabajamos para ganarle la carrera al enemigo, que somos nosotros mismos.

Dentro de 3 décadas (querida Greta), una niña subirá a una tribuna y, mirándote a los ojos, te increpará con un “how dare you!” justo y necesario. Y entonces, entenderás mis palabras y reconocerás que queda mucho por hacer, que siempre queda mucho por hacer, en un escenario de innovación permanente, que permita adaptarnos a la evolución de la sociedad dentro del marco del desarrollo sostenible.

Fotografía by e.

Y también entenderás que tus esfuerzos son parte de la herencia de generaciones anteriores y a la vez, el preámbulo de esos nuevos niños que, afortunadamente y desde su visión adolescente del mundo, seguirán empujando para construir un mundo mejor.


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  • En mi canal de podcast, para hablar de Turismo, Hospitalidad & Hostelería desde una perspectiva de felicidad.
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