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Horeca, recuperación y el primate que tuvo la idea de comer carne

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En un tiempo no muy lejano, la actividad volverá a recuperarse. Volveremos a viajar, volveremos a reunirnos y volvemos a comer y a beber fuera de casa. Lo haremos con algún cambio, si, incorporando más seguridad. Pero nos adaptaremos a una nueva forma de movilidad y relaciones personales.

Atravesar espacios de desinfección, tomarnos la temperatura o cualquier otro indicador biológico y compartir nuestros datos de salud para mantener un mapa dinámico de detección de cualquier foco se convertirá, en menos tiempo del que pensamos, en una dinámica social habitual.

Porque tal vez la solución a la movilidad segura pasa por mapear el peligro y saber cómo, cuando y a dónde se puede viajar de forma segura a partir de protocolos internacionales que recojan data global y que funcionen como el YahooWeather cuando queremos consultar el tiempo que hará en un destino determinado, o el DowJones si tenemos intereses en bolsa.

Tal vez la solución a la movilidad segura pasa por mapear el peligro y saber cómo, cuando y a dónde se puede viajar de forma segura / Fotografía: Archivo

Hace 2.000 años era impensable llevar un reloj en la muñeca. Hace 1.000 años era impensable desplazarse con un vehículo impulsado a motor. Hace 500 años nadie hubiera soñado con una plataforma en la que ver contenidos a placer. Hace 100 años… ¿Quién nos hubiera dicho que podíamos pedir comida en casa a través de un dispositivo conectado a una red global? En unos pocos años, lo que ahora nos parece impensable será una realidad asumida y normalizada, en la que nos habremos instalado con más o menos resistencia, al igual que lo hicimos las primeras veces que nos hicieron “desnudar” en un control de pasajeros. El futuro que predecían ciertos gurús ha llegado con más rapidez de la que preveíamos, pero nuestra adaptación todavía es más rápida. Toda cambiará pero nada será diferente. Continuaremos haciendo lo mismo, pero de distinta manera.

Porque no es la primera vez que nos adaptamos a “enemigos”.

En nuestra época hemos aprendido a mantener relaciones sexuales con responsabilidad a partir del SIDA; hemos implementado más medidas de seguridad a partir de incendios, tumultos…; pasamos por arcos de seguridad en aeropuertos y estaciones después del ataque a las Torres Gemelas y más recientemente por controles biométricos que aceleran la verificación de nuestros datos; reciclamos por colores una vez hemos sido conscientes de la estupidez de vivir en la economía del usar y tirar y hasta una niña sueca montó una revolución activista que movilizó a todo un planeta.

La civilización moderna es víctima de las amenazas, algunas auto infligidas por nuestras malas costumbres y otras totalmente gratuitas, como una pandemia o una catástrofe natural. Pero nuestra programación biológica para la supervivencia nos hace unirnos como grupo para paliar los efectos del impacto y cambiamos usos y costumbres adaptándonos a una nueva realidad. Lo hacemos con esa increíble capacidad que tiene el ser humano de adaptarse.

Y adaptarse es algo muy bueno, que diría el paleontólogo Ignacio Martínez. Es el mecanismo que lleva millones de años usando la naturaleza a través de la selección natural. Sin embargo, la adaptación es pasiva, se pone en marcha cuando ya han sucedido los acontecimientos o cuando ya están en desarrollo. Lo que de verdad califica al ser humano no es que nos hayamos adaptado a los ambientes o adaptado a las cosas: es que hemos impuesto nuestra voluntad.

Las personas llevamos el gen de la rebeldía. Es nuestro patrimonio.

Escuchando a Ignacio hace unos días en una conferencia online, aprendí que uno de nuestros atributos como especie es que somos capaces de imaginarnos futuros posibles, de tener ideas. Y las ideas son cosas que pueden ocurrir. La capacidad de imaginar un futuro posible a partir de las ideas y todo lo que tenemos que hacer para que eso suceda, para que ese futuro se haga realidad, es lo que llamamos planificación y estrategia. Las herramientas para que el futuro suceda, para que las cosas pasen.

La industria del Turismo, la Hospitalidad y la Restauración va a necesitar mucha adaptación y muchas ideas, es uno de los sectores más tocados por esta crisis. Hay que echar mano ahora de esa rebeldía, porque urgen ideas para un cambio de modelo estructural que le proporcione más solidez. Urgen ideas que lo alejen de la fragilidad de la dependencia del turismo de temporada, de un modelo tradicional, o de las modas. Urge un pensamiento más estratégico y planificador que permita un visión de posibilidades más amplia del sector.

En Restauración, urge empezar a considerar el modelo de una cocina y una sala – con la posibilidad de delivery – como centro de producción con distribución multicanal b2b (en la propia sala como comedor o reconvertida en tienda take away, a domicilio/oficina/parque/playa o donde sea que se requiera), o b2b (como quinta gama a otros restaurantes, tiendas gourmet o en mercados, cantinas de empresas, coworkings, gimnasios, espacios lúdicos, centros de enseñanza, guarderías…), con un nuevo camarero-rider que sirva los alimentos no únicamente a las (pocas) mesas, sino a un nuevo segmento de clientes en otro formato.

Si la comida sale del restaurante, ¿por qué no puede salir el camarero?

En un futuro próximo, veremos a un nuevo camarero-rider que sirva los alimentos no únicamente a las (pocas) mesas, sino a un nuevo segmento de clientes en otro formato (Chile, 2019) / Fotografía by e.

Urge entender y apoyar mejor al Turismo con ideas nuevas, en un país con una altísima dependencia del mismo (15% del PIB y 83 millones de visitantes, principalmente de UK, Alemania y Francia, de ahí la importancia de la apertura de los mercados emisores para recuperar la actividad plenamente) y con una distribución de flujos muy definida y una alta estacionalidad en la mayoría de sus destinos.

Urge también identificar grandes oportunidades como desestacionalizar, ampliar el portfolio de destinos para repartir la carga turística o apuntar a un visitante de mejor valor añadido. El tiempo y las infraestructuras lo permiten.

Urge seguir siendo líderes en MICE pasando del modelo tradicional al modelo experiencial, así como reforzar la experiencia humana usando la tecnología como apoyo, pivotando hacia el network de piel y especializándonos en el diseño de experiencias de alto valor humano con las que el online no pueda competir.

No somos nuevos en esto de adaptarnos y generar ideas evolutivas. Hace ya 2,5 millones de años un cambio climático modificó las condiciones en el este de África: se retiraron los bosques y se abrieron estepas, sabanas y praderas. Cambiaron los recursos vegetales, se extinguió la mayor parte de los homínidos por falta de adaptación. Sobrevivió nuestro linaje, el género Homo. ¿Qué fue lo que nos salvó? ¿Qué fue lo que teníamos… que no tenían los demás? La clave de nuestra supervivencia fue algo extraordinario: un individuo tuvo una idea.

No había sucedido nunca, en toda la historia de la tierra. Una idea es un producto de nuestra mente que nos permite ver algo que no existe: es la capacidad de ver algo que nunca has visto. Hace 2,5 millones de años, esa idea fue el consumo de carne: pensar que se podía comer algo que no había comido nadie todavía en su especie.

Es curioso que aquella primera idea que empezó a hacernos humanos… tuviera que ver con la gastronomía. Incluso aunque no fuera más que el acto instintivo de alimentarse.

Necesitamos ideas para aprovechar las nuevas tendencias, los nuevos hábitos y momentos de consumo como palancas de diferenciación. Ideas para trabajar transversalmente la seguridad, para construir economías locales más sólidas diversificando o concentrando las actividades. Es el momento de un gigantesco brainstorming que incorpore a las nuevas generaciones, y juntos hacer algo mucho mejor que adaptarnos: anticiparnos a lo que va a ocurrir.

Diseñar lo que queremos que ocurra. Y hacerlo, juntos y una vez más, posible.

Es curioso que aquella primera idea (comer carne) que empezó a hacernos humanos… tuviera que ver con la gastronomía. Incluso aunque no fuera más que el acto instintivo de alimentarse / Fotografía by e.

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Un Comentario

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  1. ¡Hola Eva!
    Varias ideas me han resultado aquí interesantes.
    La primera es el cambio a partir de ahora en nuestra forma de relacionarnos y el remonte que haces a la época del escandaloso desnudo en el aeropuerto. A mayor seguridad, mayor restricción de libertades.
    Sin embargo como bien dices, estamos ‘adaptados a adaptarnos’ continuamente y las próximas generaciones llevarán con naturalidad que les tomen la temperatura para entrar en los establecimientos o que se monitorice su estado de salud de la misma manera que nosotros sabemos y aceptamos el registro de actividad de nuestros pagos con tarjeta por poner un ejemplo.

    Especialmente interesante me está resultando el hecho de algunas ideas que se han estado desarrollando últimamente y han resultado ser totalmente adaptables a la nueva situación; citaré el ‘glamping’ como ejemplo. Esas cúpulas ya se están empezando a ver como una propuesta real para terrazas de restaurantes.

    Gracias por tu artículo.
    Saludos

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